El detrás de escena de la pandemia

{Este es un ejercicio de editorial que realice hace unos meses, dado que ya vamos por el día 200 y alguito de cuarentena...}

Ya van 161 días en que los argentinos nos encontramos en una especie de cuarentena eterna que parece no tener fin. En un principio la decisión de resguardarnos era comprensible y hasta respetable. Una situación desconocida se nos presentaba de súbito, nos ponía en peligro y tampoco teníamos un modelo seguro en el cual descansar, razones suficientes para decretar un aislamiento social, preventivo y obligatorio. A nadie se le ocurrió -salvo unos pocos- cuestionar dicha decisión cuando la cantidad de casos de Covid-19 se empezó a detectar en varias áreas del país.

Sin embargo, mientras desde el gobierno nos piden que sigamos cuidándonos en casa, “que no salgamos a buscar el virus” como ya ha manifestado el presidente de la Nación, Alberto Fernández, detrás del telón de este drama sanitario, suceden hechos que, con el título de necesarios exceden cualquier tipo de criterio. Hechos que se dan sin pensar en represalias, cuando lo que no se debe hacer nunca es subestimar a la gente. 

Un ejemplo de ello, es la decisión que tomó el gobierno de liberar presos por doquier, temiendo un posible contagio masivo en las cárceles e instaurando una nueva amenaza. Ahora no solo está el virus contagioso sino cientos de reclusos sueltos. O la desesperada e inoportuna intención de reformar la justicia -aquella que debe juzgar casualmente a la vicepresidenta de la Nación y a algunos de sus camaradas- en un momento en el que urge poner atención en otros temas como: ayudar a las pymes que por causa de la cuarentena perdieron todo o casi todo lo edificado en años, suministrar y acondicionar los centros de salud, poner en marcha sectores que pueden reactivar la economía, entre otros.

Se torna difícil pensar que la Argentina tiene controlada la pandemia cuando viene de décadas sorteando los síntomas de una posible hecatombe. Los argentinos venimos siendo golpeados con anormalidades que terminamos por naturalizar o, lo que es peor, hemos normalizado y ya no nos llaman la atención. Pero, lo que no podemos permitir es que la doble moral se naturalice, se instale en nuestra sociedad.

¿Cómo es posible que se despliegue un enorme operativo policial para detener a un remero olímpico por “violar” la cuarentena, el cual no generaba ningun peligro y no se realice por aquellos que transgreden, todos los días?

¿Cómo es posible que el señor Juan Grabois, un dirigente social y político, de barrios carenciados, del conurbano, pueda salir a cortar las calles todos los santos días del año, provocar embotellamientos en todas las avenidas, impedir que circulen los que van al trabajo y el lunes repudiar una movilización de gente, que está cansada de los sinrazones de este país? ¿Acaso el presidente en plena asunción no había dicho, “si alguna vez sienten que me desvío salgan a la calle a decirlo”?

El pez por la boca muere dice el dicho y los efectos colaterales de la cuarentena preanuncian situaciones de enorme tensión, no solo financiera sino también política y social. La gente está cansada y ya empieza a manifestarse en todas partes.

La crisis es inminente en importantes empresas y en algunos rubros especialmente golpeados, como el de transporte aéreo, la construcción, el sector de turismo, el gastronómico, el retail, entre otros. Una avalancha de insolvencias financieras, o de concursos preventivos, que no son quiebras, sino la manera -que hasta ahora se conoce- de evitarlas.

¿Cómo es posible que ciertos sectores de la sociedad no hayan podido reanudar sus actividades, siendo estas de vitalidad para no entrar en quiebra y ayudar a la economía, pero si lo hace el fútbol, o mejor, por qué este sí y aquellos no? 

Hoy son muchos los interrogantes y pocas las certezas. Es difícil pronosticar lo que vaya a pasar luego de una pandemia. De seguro, muchas cosas cambiarán y otras no volverán a ser lo que eran. Pero cada crisis puede ser una oportunidad para resurgir y reinventarnos, con el fin de llegar a un lugar mejor que el de antes.

Después de todo, dependerá de nosotros si elegimos ser protagonistas o meros actores de una realidad colectiva, más o menos responsables,  más o menos conscientes, mejores seres humanos (o peores).

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