La verdad de unas mentiras

{Esta obra la vi por Teatrix gracias a la cuarentena. De seguro muchas cosas se me escaparán ya que no es lo mismo ser testigo de una escena que mirarla por la pantalla de la computadora, pero aun así, es un desafío para mi hacer un crítica}

Según la Real Academia Española, “verdad” es cuando hay conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente o de lo que se dice con lo que se siente o se piensa. Pero, ¿Todo lo que sentimos, pensamos o decimos es realmente la verdad?

La obra teatral “Aráoz y la verdad” es una adaptación de la primera novela de Eduardo Sacheri, la cual narra el encuentro de dos hombres que buscan una verdad que justifique sus actos y cuyo recurso principal es la mentira.

Esta es una comedia dramática que cuenta la historia de Aráoz (Diego Peretti), un hombre que llega al pueblo de O’connor para encontrar a su ídolo de la infancia: un jugador de fútbol llamado Perlassi, de un club que desapareció luego de una seguidilla de descensos.


En aquella época Perlassi era un deportista reconocido y adorado por la gente. Pero un día, su carrera como profesional se vio manchada por una jugada que duró apenas unos segundos y que le costó el descenso de su equipo.


Cuarenta años después, Aráoz quiere comprender ese hecho y en su búsqueda se topa con un tal Lépori (Luis Brandoni), encargado de la estación de servicio de la cual Perlassi es dueño.


La obra se compone de 10 actos, en donde transcurren intensos diálogos creados en una atmósfera de intimidad y complicidad, y cuyo telón de fondo es la verdad a medias sobre un pasado que no cierra y que aún duele recordar. 


El aspecto de la historia es sencillo, no requiere demasiada escenografía ni vestuario sofisticado, y por momentos puede tornarse monótona y sombría. La iluminación es tenue y se acentúa sólo en los personajes. El ambiente es silencioso porque el único sonido imprescindible es el que sale de la boca de los actores, quienes cambian los tonos de voz de acuerdo con las necesidades dramáticas de cada acto. Pero lo cierto, es que consiste en mucho más que una charla de fútbol.


Se trata de dos individuos que -como todos-, están atravesados por acciones de su pasado y que ahora, este les viene a exigir una explicación para poder entender su presente. Las escenas tienen momentos de distensión y otros, de mucha sensibilidad y nostalgia, de las cuales los actores sacan a relucir su gran capacidad interpretativa.


Esta es una obra que nos habla, de algún modo, de cómo somos como sociedad y de lo “exitistas” que podemos llegar a ser. Lépori ante esto, dirá: “La gente no ve más allá de sus narices”. Y es porque 10 segundos bastan para que la percepción que tiene uno de otro, cambie rotundamente sin dar paso a la duda. Cuando en realidad, la importancia de dudar de un acto y no quedarse con lo que dice una mayoría, no te hace menos sino más sabio.


Esta obra nos muestra, también, que aún existen dentro del hombre común argentino, la sencillez, la humildad, héroes de la infancia, gente de códigos, la lealtad y la amistad, y a su vez, gente que necesita descubrir que todos estos códigos todavía existen, para seguir adelante.


Sacheri recordaría en una entrevista: "Quise contar la historia sobre un hombre que bajara en una estación de tren y fuera a buscar una verdad infinitamente importante para él, e infinitamente menor para cualquiera que no fuera él".

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